miércoles, 17 de diciembre de 2014

14. EL LOBO Y LA CAZA DE "ANIMALES DAÑINOS" EN EL MUNICIPIO DE PUEBLA


Don Pascual Madoz en su Diccionario Geográfico-Estadístico-Histórico de España 1845-1850 (varias veces mencionado en este blog), indica en su referencia a Puebla de Don Fadrique «[…] La caza que más abunda es la de perdices, conejos, liebres, algunas cabras monteses, corzos y muchos lobos y zorras […]».
Lo que Madoz no se imaginaba es que medio siglo después el lobo Ibérico quedaría prácticamente extinguido de esta zona.
El lobo siempre estuvo en el punto de mira de todos los hombres, lugares y épocas de la historia. Fue considerado como un enemigo tan temible que llevó a las autoridades a declararle una guerra sin cuartel. Una guerra sucia, en la que todo valía con tal de aniquilarlo, incluidas las batidas comunales y el uso indiscriminado de todo tipo de medios que estuvieran al alcance de cualquier persona.
Hasta la ley de caza de 1834, solo se consideraban alimañas o «animales dañinos» al lobo y a la zorra, pero una nueva normativa promulgada en esa fecha aumentó esta lista con la garduña, el gato montés, el tejón y el turón. Varios años después, en los inicios del siglo XX, vienen a engrosar este cuadro especies como el lince y aves rapaces como el águila real.
Alimañas y alimañeros en el término de Puebla de Don Fadrique
La figura del alimañero ha estado presente en el Municipio de la Puebla hasta la mitad del pasado siglo y su misión consistía en capturar aquellas especies del mundo animal que causaban daños en ganados, animales domésticos, hortalizas y piezas de caza.
Una vez que el lobo quedó extinguido de esta tierra a finales del siglo XIX, los alimañeros se centraron fundamentalmente en la caza de la zorra, que era con diferencia el animal que más abundaba y el que más daño hacía en las comunidades vecinales donde había ganados, aves de corral, conejos, etc.
¿Qué beneficio obtenía el alimañero por su trabajo?, pues como veremos más adelante, por cada pieza que batía obtenía una recompensa económica, además de apropiarse de la piel del animal, que en el caso de la zorra le reportaba un jugoso beneficio debido a su alta cotización. Eso sí, para poder cobrar la recompensa había que entregar en el ayuntamiento la cabeza del animal abatido, como muestra de su captura y muerte.
Como dato curioso cabe reseñar que la mayoría de alimañeros nunca utilizaban escopeta de caza para cobrar a sus piezas, se valían de una serie de elementos y artimañas que solo ellos conocían. Lo primero y fundamental era el perfecto conocimiento del terreno donde realizaban sus acciones, después utilizaban un conjunto de armas y procedimientos como: lazos, cepos, fosos, corrales, losas, jaulas y otro tipo de trampas de fabricación artesanal ideadas específicamente para la captura de estas especies. Incluso a veces imitaban los aullidos del macho para conseguir la respuesta de la hembra y atraerla a las trampas.


Cepos que utilizaba Pedro José López (de Almaciles) para la captura de animales dañinos.
La muerte del lobo
A principio del año 1893 se corrió la voz en la Puebla y en todo el municipio de que un lobo estaba causando grandes estragos en los ganados de la sierra. Pero no solo eso, sino que además, solía hacerse presente al paso de las personas que transitaban por los caminos y veredas, mostrándole los colmillos con intenciones poco amistosas.
Ante la alarma que causó esta noticia, el ayuntamiento puso precio a su cabeza y ofreció la cantidad que se pagaba por la muerte de diez zorras, es decir 25 pesetas, ya que por cada zorra abatida se compensaba con 2,50 pesetas.
Así que los alimañeros que había en la Puebla y alguno de Almaciles se pusieron manos a la obra, aunque no debía de ser tarea fácil ya que el dichoso lobo se movía dentro un amplio territorio de monte, pues había sido visto en varios lugares como Ramblas de Arriba, Fuente la Puerca y sierra de la Guillimona.
Sin embargo, varias semanas después, el vecino de La Puebla Lucio Sánchez Martínez presentó la cabeza del lobo en el ayuntamiento como prueba irrefutable de la muerte que él mismo dio a dicho animal; con lo cual, Lucio recibió las 25 pesetas de recompensa.
Esto demuestra que este fue uno de los últimos lobos que poblaron estas sierras ya que a principios del siglo xx cuando se hablaba de animales dañinos ya no se hacía referencia al lobo, sino a zorras especialmente, junto a tejones, jinetas y garduñas entre otros.


Impresionante instantánea de un lobo en actitud de defensa o de ataque.
Recompensa del Ayuntamiento a los alimañeros
En virtud de la ley de caza existente en aquel momento, el ayuntamiento de la Puebla libraba de su presupuesto anual una cantidad determinada de dinero para hacer frente al pago de recompensas o gratificaciones a los cazadores de animales dañinos. De modo que en la reunión celebrada por la corporación municipal el 25 de junio de 1893 se dan a conocer la cantidad de animales abatidos en el primer semestre, así como los nombres de los alimañeros que les dieron muerte. En esta relación de animales dañinos abatidos se encuentra el susodicho lobo que causó estragos en el ganado y miedo en la población.
 « En la villa de Puebla de D. Fadrique a veinte y cinco de junio de mil ochocientos noventa y tres, bajo la presidencia del Sr Alcalde D. Sebastián Esteller Guijarro, se reunieron en el salón de sesiones los señores concejales para celebrar la ordinaria correspondiente a este día, la que declarada abierta tuvo lugar en la forma siguiente:
[]Abonar a Domingo Sánchez Penalva veinte y cinco pesetas como premio por haber dado muerte a diez zorras según resulta del registro correspondiente; otras veinte pesetas a Manuel Sola González por haber matado ocho zorras; otras veinte y cinco pesetas a LUCIO SÁNCHEZ MARTÍNEZ por haber matado un lobo que venía causando graves estragos en la sierra; a Sebastián Gómez Castillo diez pesetas por haber matado igualmente cuatro zorras; a José Martínez Gómez dos pesetas con cincuenta céntimos por haber dado muerte a otra zorra; otras cinco pesetas a Antonio Sánchez Tristante que así mismo a muerto dos zorras; a Jesús Fuentes Robles y Sotero García González dos pesetas cincuenta céntimos y siete pesetas cincuenta céntimos respectivamente por haber matado una zorra el primero y tres el segundo; a José Guijarro Córcoles otras dos pesetas cincuenta céntimos por haber también dado muerte a una zorra».
No cabe duda que el hambre y la necesidad reinante en gran parte de la población, ayudaron a la destrucción de la fauna salvaje, ya que muchas familias obtenían con el trabajo de alimañeros la ayuda necesaria para su sustento.
En una conversación que hace algún tiempo mantuve con el sobrino de uno de aquellos cazadores de animales dañinos, me decía:
«Mi tío que se dedicaba a este oficio no le parecía bien (a excepción de la zorra, a la cual consideraba muy dañina) que se eliminaran otras especies de animales silvestres. Pero aún así, las circunstancias mandaban; eran tiempos muy duros y tenía una familia numerosa que había que mantener. Pero afortunadamente ―decía― ese tiempo forma parte del pasado y actualmente la conciencia y actitud sobre los animales silvestres se ve de una manera distinta».


Juan García Tristante.

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Fuente: Archivo Municipal de Puebla D. Fadrique




  

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